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Introducción

A América no llegó una, sino varias Españas. Cada una de ellas dejó su huella en el país de acogida, aunque fue un proceso recíproco en el que los que llegaron y los que estaban se enriquecieron mutuamente.

Al continente americano llegaron españolas y españoles de distintas regiones y, por tanto, diferentes culturas, tradiciones e idiomas. Y como aportación dejaron las tradiciones que implantaron, la celebración de sus festividades, los edificios que construyeron o promovieron, los restaurantes en donde degustar sus platos típicos, los periódicos que fundaron, y un largo etcétera.

De acuerdo con la Real Academia de la Lengua, identidad es el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás, o la conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a los demás. Por tanto, cuando el emigrante se convierte en inmigrante, el deseo de preservar su identidad y mantener vivo el recuerdo de la tierra que ha dejado atrás le lleva a buscar a sus iguales y a encontrar lugares donde conservar y compartir las tradiciones, el idioma y las costumbres que les son comunes. Y, por ello, a crear asociaciones y sociedades, primero a nivel nacional, preservando y marcando su identidad en relación con el país del que procede; pero luego teniendo también la región como referencia, porque, en definitiva, la identidad que prevalece, el recuerdo que predomina, es el del lugar en que se nace.

 

 

Por este motivo, las asociaciones y sociedades de encuentro acompañaron a los emigrantes españoles en las diferentes etapas de la emigración y desempeñaron un papel fundamental en su vida personal, familiar y colectiva. Contribuyeron a preservar las diferentes identidades regionales que se dieron cita en América: gallegos, asturianos, cántabros, vascos, canarios, valencianos, andaluces... Y resultaron fundamentales para dar a conocer y conservar, en el país de acogida, las comidas, costumbres, festividades, bailes, lecturas y músicas característicos de cada una de ellas.

No obstante, la Guerra Civil que dividió España en dos mitades se vivió también con intensidad en el conjunto de españoles establecidos en América. Así, durante la guerra civil y en los años posteriores, los conflictos ideológicos dividieron también a la comunidad española en América y establecieron, en relación con la identidad nacional, dos "Españas". Por un lado estaban los representantes y seguidores del franquismo que establecieron en América Juntas y Comités Nacionalistas según estalló la guerra civil. Ellos constituyeron la "España oficial". Por otro lado, estaba la "España del Exilio", representada por los miles de españoles que tuvieron que huir del país tras el estallido de la guerra y la posterior derrota de los defensores de la República; y en medio, los emigrantes que habían desembarcado en América buscando una oportunidad de mejorar económicamente y que asistían, unos próximos y otros ajenos, a las expresiones de esa gran herida.

 

En todos los países, los sectores profranquistas estuvieron, por lo general, ligados a las clases más privilegiadas; a los españoles bien asentados, que tenían sus negocios, empresas e industrias, y eran los que dirigían las sociedades y centros españoles, que se adhirieron en no pocos casos a la causa nacionalista de forma mayoritaria. En cambio, en los centros regionales se produjo una fuerte fragmentación. Aunque buena parte apoyó la causa republicana, sectores que apoyaban a los sublevados crearon instituciones paralelas. En Argentina, por ejemplo, frente al Rincón Familiar Andaluz, de simpatías republicanas, se creó el Centro Andaluz, y al Laurak-Bat se opuso el nuevo Club Vasco. Esta división también originó conflictos por el control de las comisiones directivas de los centros. En Uruguay la situación se vivió con especial intensidad dentro de la comunidad asturiana. En 1939, una parte de los miembros del Centro Asturiano, fundado en 1910, creó la Casa de Asturias, que se convirtió en un enconado rival. La situación se mantuvo hasta el año 2001, en que se logró la reunificación:
 
"Nuestra gran virtud es también nuestro gran defecto. Los asturianos vivimos los asuntos políticos con mucha pasión. Eso ha ocurrido y ocurrirá siempre, pero el caso uruguayo era único en el mundo. Aquí había hermanos que se querían y respetaban mucho, pero uno era de la Casa y otro del Centro. Durante años, en eso no había arreglo. Creo que la unidad institucional vino a solucionar parte de ese problema."

La división quedó patente también en las publicaciones, periódicos y revistas elaboradas por los inmigrantes españoles en todos los países. Algunas tomaron partido por los sublevados; otras, por los republicanos.
 
Desde principios del S.XX, la acción cultural pasó a considerarse una herramienta de la política exterior con capacidad para situar a un país en el contexto internacional, establecer relaciones económicas, intentar expandir el idioma, preservar la identidad cultural y desarrollar las relaciones con otros países. En este contexto, "las dos Españas" establecieron en América una singular batalla utilizando la cultura como arma estratégica. A grandes rasgos, con el fin de lograr el apoyo de la comunidad internacional en el caso de los derrotados y para eliminar el aislamiento al que esa misma comunidad había condenado al régimen de Franco, especialmente tras la derrota de los fascismos europeos en la Segunda Guerra Mundial, en el caso de los vencedores.

A pesar de que una parte sustantiva de la creación cultural de los españoles en América está ligada al Exilio, antes y después hubo muchos emigrantes que "crearon" en América música y canciones, literatura, cine y teatro, pintura... Sin olvidar, en ningún caso, la aportación al ámbito de la docencia y la investigación.


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