Teniendo en cuenta que los intelectuales exiliados en América fueron los principales creadores y representantes de la actividad cultural desarrollada en España entre finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX, se hace evidente que fueron también los principales creadores de cultura en América.
"Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido".
Luis Cernuda
Hubo muchos y muchas exiliadas que dejaron una huella profunda en América. Por citar algunos y algunas, podemos recordar a Rafael Alberti (escritor), Manuel Altolaguirre (escritor, productor), Max Aub (escritor), Luis Buñuel (director de cine), Pau Casals (músico), Alejandro Casona (autor teatral), Luis Cernuda (poeta), Enrique Climent (pintor), Manuel de Falla (músico), León Felipe (poeta), José Ferrater Mora (filósofo), Pedro Garfias (poeta), Ofelia Guilmai (actriz de teatro), Juan Larrea (escritor), María Teresa León (escritora), Salvador de Madariaga (escritor, diplomático), Enrique Moret (escultor), José Prat (cronista), Jaime Ros y Boch (arquitecto), Ramón J. Sender (escritor), María Ugarte (periodista), Margarita Xirgu (actriz de teatro), María Zambrano (escritora).
La capacidad creadora de las y los emigrantes españoles en América
Probablemente el país latinoamericano con el que haya habido un intercambio cultural más rico y abundante durante finales del siglo XIX y principios del XX haya sido Argentina.
Como resultado de la cooperación cultural entre España y Argentina, la circulación de publicaciones periódicas, de libros y debates y de las migraciones masivas de mujeres y hombres hacia este destino, quedaron huellas en la cultura argentina entendida ésta como expresión general de las distintas actividades humanas. Se generaron además influencias específicas en el teatro, la música, la pintura, la educación, en el campo de la ciencia, del derecho y la política.
Los antecedentes se pueden situar en 1914, año en que se fundó en el país americano la Institución Cultural Española (ICE). Desde allí se difundían en la Argentina los estudios científicos y literarios realizados en España y con ese fin se promovió la visita de destacados intelectuales españoles para dictar cursos y conferencias. El Instituto creó las cátedras Cultura Española de nivel universitario y Ramón y Cajal de investigaciones científicas; instauró sistemas de becas para intercambio científico y cultural en diversos campos.Una de las principales aportaciones españolas a la cultura en Argentina fue en el sector de las editoriales. La historia arranca a fines del siglo XIX y comienzos del XX cuando se crearon en Buenos Aires numerosas editoriales de propietarios españoles (Juan Roldán, García Santos, Crespillo, Pardo). Estas editoriales se encargaron de difundir el libro español en la Argentina. Hacia fines de la década de 1920, la relación entre la industria editorial española y el mercado del libro argentino se hallaba a punto de entrar en crisis debido a factores culturales y económicos. A partir de 1930 el conflicto fue en aumento, ya que los españoles presionaron para limitar la producción argentina. Como respuesta, los editores argentinos solicitaron que se prohibiera la importación de libros españoles. En 1936, cuando estalla la guerra civil española, obviamente, la edición de libros en España se redujo notablemente, lo que provocó el auge de la industria editorial argentina.
De 1954 a 1963, debido a la inflación y la saturación del mercado librero en el país americano, el resurgimiento de la industria editorial española y la recuperación de sus mercados americanos, el panorama vuelve a cambiar. La Argentina no recuperará el primer puesto en la producción de libros en español que alcanzara en los años cuarenta. El traspaso de la industria editorial en español hacia América se dio, principalmente, mediante la transformación en editoras argentinas de las casas españolas que funcionaban como librerías o distribuidoras: Sopena, Labor, Espasa-Calpe y otras.
La otra gran aportación española a la cultura argentina se produjo en el ámbito de la caricatura y el humorismo. Quizá la mejor prueba de ello sea la excelente tradición de este arte que ostenta la Argentina hasta hoy. Charles Baudelaire había realizado una comparación entre las modalidades de humor de diversas nacionalidades; sobre los españoles decía que están muy bien dotados en comicidad, llegan pronto a lo cruel, y sus fantasías más grotescas contienen con frecuencia algo sombrío.
Eduardo Sojo, se convirtió en el más influyente y controvertido caricaturista político de la ciudad de Buenos Aires. Llegó en 1883 y la trayectoria del semanario que fundó al año siguiente, Don Quijote, señala un cambio importante para la ciudad en las relaciones entre el arte y la política.
"Este periódico se compra pero no se vende" era el lema del semanario con el cual señalaba una línea editorial independiente de intereses económicos y poderes políticos, y una denuncia más o menos velada a las prácticas instaladas en Buenos Aires de recibir "dádivas" de los partidos o personajes de la política para trabajar a favor de determinadas ideas, atacar a algún opositor o bien "dejar en paz" ciertos asuntos. Sojo había revolucionado las reglas del humor político en una intensa actividad como caricaturista y dibujante republicano en España desde 1870, en El Buñuelo, El Motín, La Broma, revistas anticlericales, antimonárquicas. Es probable que el endurecimiento de las persecuciones y ataques a la libertad de prensa en Madrid fueran el motivo de su emigración. Nunca abandonó por completo la escena española sino que trabajó alternativamente en uno y otro continente, utilizando estratégicamente su prestigio en Buenos Aires para mantener activa su imagen en España y viceversa. En 1892 volvería a España para fundar en Madrid otro Don Quijote.
Manuel Mayol y José María Cao, sus compañeros de ruta en las décadas de 1880 y 1890, se fueron como directores artísticos al primer magazine de amplio éxito en Buenos Aires: Caras y Caretas, donde introdujeron un estilo de caricatura menos virulento y revulsivo, más sutil, aunque no menos crítico hacia aquel orden conservador contra el cual apuntaron sus cañones estos españoles desde su llegada a la Argentina. El fundador de Caras y Caretas fue un español de Burgos, Eustaquio Pellicer, quien había llegado en 1886 a Montevideo y en 1892 se estableció en Buenos Aires, donde fundó este magazine en 1898 y PBT en 1904.
El Teatro y el Cine españole en Argentina, México y Cuba
En Argentina, antes de que acabara el siglo XIX, los dramaturgos inmigrantes superaban en número a los argentinos nativos. Había autores españoles, italianos, franceses, alemanes, judíos, etc. De esa unión y mezcla de nacionalidades e identidades surgieron nuevos tipos populares -pelotaris, cuarteadores, musolinos, gasistas, cocoliches, mayorales- que aparecieron posteriormente en el sainete, género cómico o tragicómico y que mostraban la vida local y los sucesos de actualidad: el conventillo y los inmigrantes -sus costumbres, sus formas de hablar-, son protagonistas. Tomó de la "commedia del' arte" la construcción de estereotipos tales como, por ejemplo, los personajes que sintetizaban a los inmigrantes españoles en: "el gallego" y "el vasco". El sainete, además, incluyó la música popular en general y, en particular, el tango. Fue un género muy popular de rápida producción, no siempre de calidad. Algunos de los autores más destacados fueron: Enrique García Velloso "Gabino, el mayoral2, 1898; José González Castillo "Entre bueyes no hay cornadas", 1908; Carlos Mauricio Pacheco, "La Ribera", 1909; Alberto Novión "La fonda del 'pacarito'", 1916; Alberto Vacarezza "Tu cuna fue un conventillo", 1920; y Armando Discépolo que con "Babilonia", 1924, abre las puertas de un nuevo genero casi expresionista, el grotesco. En el grotesco -"Stefano", "Relojero"- el conventillo y los inmigrantes también son los protagonistas pero el enfoque y el acento están puestos en la imposibilidad. La euforia de principios de siglo ha sido reemplazada por una visión cruda y desesperanzada del destino del inmigrante.
El teatro reflejó el impacto social de la inmigración a través de todos sus géneros: el drama rural mostró la rivalidad étnico-cultural entre criollos e inmigrantes y su integración por el amor o por la lucha común contra el terrateniente; el drama gaucho presentó al inmigrante como el competidor del gaucho, favorecido por las autoridades; la obra de tesis expuso el desamparo de los proletarios extranjeros frente a las leyes; el sainete mostró la población cosmopolita de los conventillos, caricaturizados en estereotipos jocosos o, en el grotesco, como trabajadores explotados. Numerosas obras denunciaron la persecución policial, la legislación represiva, las míseras condiciones de vida de los trabajadores, el atropello de los patrones, el hacinamiento en los conventillos.
Numerosos actores y actrices, compañías teatrales, líricas y de zarzuela representaron sus espectáculos en Argentina y México. Algunos se establecieron allí. Sirva María Guerrero como ejemplo. Se presentó en el Odeón de Buenos Aires en 1897 con 'La niña boba' de Lope de Vega. Su triunfo en la Argentina fue el comienzo de una nueva era para el teatro español en los países de habla hispana. Montadas las obras en Madrid, las llevaban luego por toda América, logrando éxitos que le permitieron a ella y a su esposo Fernando Díaz de Mendoza, construir en Buenos Aires el Teatro Cervantes, inaugurado en 1921.El teatro mexicano de la primera década del siglo XX, estuvo supeditado al teatro español, siendo definitiva la influencia de García Lorca.
Actores y actrices de todos los géneros emigraron a México. Para muchos de ellos, este país significó el resurgir de sus carreras, para otros, los que llegaron pequeños con sus padres refugiados, el desarrollo completo de su vida profesional en su nuevo país. El teatro mexicano de la primera década del siglo XX, estuvo supeditado al teatro español, siendo definitiva la influencia de García Lorca.
Actores y actrices de todos los géneros emigraron a México. Para muchos de ellos, este país significó el resurgir de sus carreras, para otros, los que llegaron pequeños con sus padres refugiados, el desarrollo completo de su vida profesional en su nuevo país.
Un sin número de actores dieron vida a personajes inolvidables del teatro, cine y la televisión mexicana: Plácido Domingo (Padre) y Pepita Envil, representaron las mejores zarzuelas. Sara López, Prudencia Griffel, Augusto Benedicto, María Rivas, Ofelia Guilmain, Aurora Molina, Sonia Furio, Rafael Banquels, Germán Robles, Emilia Guiú, Sara García.
Películas con temas migratorios de gran repercusión, y que los mexicanos no olvidarán, fueron aquellas en las que se rinde homenaje al "Gachupin": la serie de "Don Venancio", "Los hijos de Don Venancio" (1944), "Los nietos de Don Venancio" (1945), "Un burro y tres baturros", "Una Gallega en México", "Dos mexicanos en Sevilla" (1941), "Jalisco canta en Sevilla" (1948) y "Pena, penita, pena" (1953). A través de estas historias se reflejaba, en clave de comedia, el proceso de asimilación de los españoles al México de los años 40. Otras películas en donde se reflejaba el amor a la madre patria y que tuvieron gran significación fueron: "La barraca", "El verdugo de Sevilla", "El último amor de Goya" y "El secreto de Juan Palomo", por mencionar sólo algunas.
Además, el cine mexicano se enriqueció al contar con la colaboración de directores maravillosos como Luis Buñuel, Luis Alcoriza y Carlos Velo.
La aportación española al cine cubano estuvo rodeada de cierta polémica, ya que no dejaba del todo bien parados a los emigrantes españoles. El motivo, que los medios de comunicación de Cuba tendieron a crear una imagen estereotipada de ciertos grupos raciales, sexuales y nacionales. Dentro de estos sectores marginados del discurso de los elogios estaban los españoles, y muy especialmente los gallegos.
En relación con este asunto, la principal aportación al cine de la isla fue el personaje de Cándida, que era una gallega pobre e inculta, que se metía en las situaciones más absurdas y que lindaba muchas veces con la tontería. Así Cándida, la criada pobre gallega se convertía en protagonista de diez aventuras con títulos como: "Cándida", "Cándida Millonaria", "Una gallega baila mambo", "Una gallega en México" y "Una gallega en la Habana".
Más información sobre "Cándida"
La aportación española en el ámbito educativo
En Uruguay, la reforma del sistema educativo impulsada por José Pedro Varela a finales del S. XIX contó con la colaboración directa de numerosos españoles. Entre 1876-1877, los años claves del impulso reformista, más del 32 % de los maestros fueron españoles. Y en algunas poblaciones del interior del país los maestros españoles representaron hasta un 75% sobre el total del personal docente. En México, tanto los inmigrantes "antiguos", los que ya estaban bien asentados antes de la Guerra Civil, como los refugiados que llegaron cuando finalizó, se encontraron en la necesidad de fundar escuelas en donde educar a sus hijos: unos con el objetivo de que sus descendientes conservaran su identidad española y no se asimilaran al país de acogida; los otros para defender su ideología y su visión de la educación.
Los educadores españoles en Costa Rica
El desarrollo de la educación pública en Costa Rica se inició durante la segunda presidencia de Jesús Jiménez, 'a quien con justicia se ha llamado Padre de la Educación Pública en Costa Rica'1 y responsable de la Constitución de 1869, en la cual la educación primaria fue declarada gratuita, obligatoria y costeada por el Estado. (2)
Se inicia a partir de este momento un proceso encaminado a fortalecer la educación pública para hacer efectiva la voluntad acordada en la Constitución. El proceso se ubica, por lo tanto, entre las cuatro últimas décadas del S. XIX y la primera década del S. XX. En este período el gobierno aprueba, en varias ocasiones, traer a profesores españoles que se encargarían de la organización de la enseñanza y que se incorporarían en el sistema educativo público. Del mismo modo, surgieron iniciativas privadas que incorporaban a maestros y profesores españoles, dado el prestigió con el que contaban en este ámbito.
El profesorado español que llegó a Costa Rica apostaba por una renovación educativa, social y cultural inspirada en el pensamiento de Francisco Giner de los Ríos y en la Institución de la Libre Enseñanza, que tanto estaba influenciando la España de aquella época. Con la llegada del profesorado español se creó el caldo de cultivo apropiado para la emergencia de círculos intelectuales en Costa Rica, desde los que se aboga por la inclusión de las humanidades en los planes de estudios como piedra angular de cualquier conocimiento.
La introducción que escribió Valeriano Fernández Ferraz (uno de los profesores españoles más destacados) para los reglamentos del Colegio San Luís de Gonzaga de Cartago del que fue director, refleja el pensamiento y la concepción de la enseñanza del profesorado español que diseñó los planes de estudio costarricenses de la época.
'Toda educación que tienda a formar hombres, necesariamente ha de ser humana y filosófica, puesto que el hombre se dirige y debe conocerse de antemano; puesto que, sobre todo, debe conocerse a sí mismo, y dar razón de su organismo y procedimientos. Pero con profundo sentido se ha calificado de humanas y filosóficas por excelencia estas enseñanzas que, arrancadas de los primeros elementos de toda cultura, sin concretarse a determinada facultad que habilite para el ejercicio de una profesión particular, ensanchan, por decirlo así, el espíritu de juventud, y preparan a esta para cualquier estudio superior y para todas las carreras posibles, incluso la carrera del hombre, que no es verdad la más fácil ni la de menor importancia' (3)
Esta generación de maestros y profesores españoles dejaron una huella imborrable en la concepción de la enseñanza en Costa Rica contemporánea. El valor de las humanidades es un legado aún vivo en los planes de estudio costarricenses de hoy en día.
Además de las aportaciones de los intelectuales humanistas, nos encontramos con la presencia de religiosos que, con especial intensidad en los años 50 y 60, fundaron colegios, entre lo que cabría destacar: El Colegio de los Ángeles, el Colegio Calasanz, el Colegio de El Rosario, el Colegio de Don Bosco y el Colegio de La Salle.
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